Los dos hermanos


Sentado y tranquilo el hombre, contemplando la noche;
el naranjo desbordado en naranjas;
unas diminutas de colores vibrantes,
otras enormes ya en la desolación del suelo,
yaciendo sobre el pasto;
moribunda y bañada por la luna llena.

Cegado por la iridiscencia de la profunda escena,
rompe en llanto inconsolable,
al ver como el cuervo albergado por la sombra lunar,
dando alegres saltos y gaznando,
hacia la ya dulce y pasada fruta,
del paraíso del sueño humano.

Sin dudar el ave:
sube y baja, sube y baja, sube y baja su cabeza,
como petrolera furiosa,
dejando sin sangre ya a la tierra,
el cuervo se alimentaba gustoso e indiferente,
del pobre ser, que,
al saberse en la desdicha del hombre condenado a la soledad,
siente del cuervo:
la vida que, a picotazos, le ha arrebatado día a día,
el dulzor de sus sueños.

Ahora llora como un niño perdido
el despojo de la carne
y se vuelve a sentir desnudo;
suda, siente vértigo,
fuma ansioso,
devorando un cigarro empapado en el dulce néctar
de la venganza del suicida.

Pero el miedo lo huele su hermano,
que primero se hace el desentendido,
sin embargo, el soplo del viento delató al cuervo,
e irrumpe el plácido sueño del hombre tranquilo,
que al no ver el cuerpo de su sangre
sale en su búsqueda.
La sospecha heredada del vicio de pasillo
lo hacen ir sigiloso por la sombra.

Paso a paso,
el ambiente le pesa,
la densidad del cuervo sobre su hermano
aparece en la escena,
como un encuentro infernal,
el hombre que se creía seguro de su amor: duda,
solo por un vil pajarraco,
que no deja y no deja y no deja,
y no deja
de reventar la fruta.

Ahora ambos absortos,
sin saberlo,
han quedado paralizados en la gloria de la bestia
y observan preocupados;
cuando el ave salta,
y pareciese bailar alrededor de su manjar,
ambos se saben en el rabillo del horizonte,
ambos se saben;

El primero siente culpa por haber traído a su hermano,
ya ambos lloran,
pero no pueden gritar ni detenerse,
todo ocurre rápido:
ya no recuerdan porqué decidieron reunirse,
olvidaron por completo qué hacían ahí;
y dentro del llanto surgió la risa,
volvió el alma al cuerpo,
el apoyo mutuo los fortalece;

Aún así deciden no-irse,
e incluso con las mejillas llenas de lágrimas,
que dolían por el frío
y tiritaban,
pero el amor y la ridícula realidad pasmada,
parecía, de un segundo a otro:
un pasado remoto.

El hermano se sienta junto a él,
sabe que ya ha llorado bastante,
el cuervo deja ya de bailar,
entonces al escuchar la risa,
se acerca curioso
y las ansias elevan su grito.

Se desagarra la calma de los hermanos,
quienes habían logrado por un instante reír,
y ven,
al elevar la mirada,
como se rompe en el horizonte de la noche,
el hermano del cuervo.


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